A través del siguiente artículo nos hemos propuesto explicar, mediante un estilo sencillo, parte de la teoría filosófica que elaboró el pensador francés nacido en el 1596, René Descartes.
Intentaremos que la argumentación sea ágil y fácil de entender, para que todas aquellas personas que no están familiarizadas con el lenguaje filosófico, sepan darle un sentido práctico a la lectura que realizarán.
Dicho esto, si os parece, empezamos ya con Descartes, el filósofo de la duda metódica.
René Descartes fue un filósofo francés (1596- 1650) que tuvo el honor de ser uno de los primeros pensadores racionalistas además de estar considerado como el iniciador del pensamiento moderno.
René Descartes no solo fue un eminente filósofo sino que también ejerció como físico y matemático. Aspectos relevantes para la elaboración de su teoría filosófica, tal y como comprobaréis más adelante.
El objetivo que perseguía Descartes se basaba en la búsqueda de la verdad; la verdad del mundo que le rodeaba. Descartes estaba ansioso por obtener una certeza real sobre la existencia del mundo desde la perspectiva científica.
Para conseguir esta certeza y, como buen científico que era, Descartes creía que la filosofía debía de actuar como la ciencia, empleando las mismas pautas de investigación en la búsqueda del conocimiento para obtener verdades que fueran seguras e indudables.
Descartes aspiraba diseñar un método científico a través del cual poder obtener certezas seguras sobre las que construir todos nuestros conocimientos. La meta consistía en alcanzar la certeza absoluta de las cosas.
Y, ¿cómo pretendía hacerlo? Pues mediante la duda metódica.
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¿Qué es la duda metódica?
Para conseguir la verdad y la certeza absoluta del mundo, Descartes se plantea que previamente sería necesario poner en tela de juicio todo aquel conocimiento adquirido hasta ahora. Por ese motivo, mediante la aplicación de la duda metódica, se deberían eliminar todos aquellos saberes y creencias que pudieran incurrir de alguna manera en la falsedad. En otras palabras, todos aquellos conocimientos que tenemos hasta ahora, en estos momentos, debemos darlos por falsos.
Debemos dudar de todo aquello que no es claro y evidente. No se puede aceptar ningún conocimiento que tenga la más pequeña posibilidad de ser erróneo.
Respondiendo a la pregunta sobre ¿Qué es la duda metódica? diremos que, es aquella a través de la cual el ser humano debe dudar de todo aquello que le rodea, de toda su realidad. No podemos fiarnos de nuestros sentidos porque puede ser que nos engañen. Tampoco podemos fiarnos de la realidad, de todo aquello que vemos, porque podría ser que estuviéramos soñando y no nos diéramos cuenta.
Descartes dice que incluso cuando estamos dormidos, los sueños se nos presentan tan reales que no podemos distinguir en qué estado nos encontramos. Realmente no podemos estar seguros si estamos soñando o despiertos. Descartes se pregunta, ¿cómo podemos tener la certeza absoluta de qué, aquello que vemos y tocamos, no sea en realidad producto de un sueño?
Incluso va más allá y en su duda metódica, Descartes también dudará sobre el propio pensamiento. Dice que tampoco podemos fiarnos de nuestro pensamiento, porque a veces cometemos errores. Y, aunque nosotros podemos pensar que tenemos la verdad, realmente no tenemos la certeza absoluta de ello. Es en este punto cuando aparece la figura del genio maligno.
¿Qué es el genio maligno?
Descartes propone la posibilidad que pueda existir un genio maligno que nos quiera engañar, haciéndonos creer que aquello que nosotros consideramos como cierto y verdadero en realidad sea mentira, un engaño.
Aunque nos parezca extraño la figura de este ser imaginario, el genio maligno, Descartes lo plantea como una posibilidad, es decir, que realmente pudiera existir algo o alguna cosa que no conocemos, pero que nos pueda engañar y hacernos creer cosas que no son reales. Por ese motivo, en este caso debemos quedarnos con la idea que el genio maligno sea una posibilidad (de engaño). Supongo que hemos respondido a la pregunta: ¿Qué es el genio maligno?
Llegados a este punto, podéis ver que Descartes se plantea muchas preguntas acerca de la certeza del mundo y de cómo lo conocemos. Descartes se pregunta, cómo podemos saber, con total certeza, que nuestra mente funciona correctamente, que nada nos engaña y que aquello que nos parece cierto sea realmente verdad. También nos dice que, podría ser que el entendimiento humano estuviera distorsionado de manera que aquello falso nos pareciera como cierto.
Realmente nos encontramos en un punto en el cual dudamos de todo: de nuestros sentidos, de la realidad y de nuestro pensamiento.
No podemos fiarnos de nuestros sentidos (vista, tacto, oído…) porque nos pueden engañar. Tampoco podemos fiarnos de nuestros razonamientos porque podría ser que el genio maligno quisiera confundirnos en relación a nuestra percepción de la realidad, haciéndonos creer que estamos en un sueño.
Entonces, ¿de qué podemos estar seguros? ¿De qué nos podemos fiar? Llegados a este punto, Descartes nos ofrece una solución.
Pienso, luego existo
‘Cogito, ergo sum’ o, lo que es lo mismo, ‘pienso, luego existo’ es la solución cartesiana a la duda metódica. Pero, ¿cómo se llega a ello?
Descartes dirá que existe una verdad auténticamente indudable y cierta. Y, lo dice de esta manera (más o menos): si yo dudo, si yo me hago estas preguntas e intento encontrar respuestas, al menos soy consciente de que existo, porque soy yo quién me hago estas preguntas. Todo esto significa que, si yo pienso, luego existo (tengo que existir). De este pensamiento se deriva la famosa sentencia latina: ‘Cogito, ergo sum’
¿Se entiende? A través de este razonamiento hemos llegado a lo que se conoce como la primera verdad indudable, hemos llegado al cogito cartesiano (aparece en la segunda meditación de la obra Meditaciones metafísicas).
La existencia del yo
A través del razonamiento del cogito, ergo sum, Descartes defiende la existencia del sujeto pensante como algo cierto e indudable. Incluso dice que, si el mundo exterior no existiera y fuera solo un sueño, o si existiera el genio maligno que le engañara, aún así, es indudable mi existencia porque en estos momentos estoy haciéndome estas preguntas.
Para Descartes, el cogito es una verdad que se capta directamente por medio de la intuición. Se trata de una idea clara y distinta, lo cual significa que es una verdad del todo nítida y no es posible confundirla con ninguna otra idea diferente. En otras palabras, es una verdad evidente.
Bueno, y, después de este descubrimiento del cogito, del yo que piensa, duda y se hace preguntas, nos encontramos con una conciencia que posee contenidos mentales de diferente tipo. Estos contenidos mentales, Descartes los llamará ideas, las cuales se dividen en tres: adventicias, facticias e innatas.
Ideas adventicias, facticias e innatas
Estos tres tipos de ideas son contenidos mentales que forman parte de la conciencia del ser humano. Explicaremos en qué consisten.
Ideas adventicias
Las ideas adventicias son representaciones mentales elaboradas a partir de las percepciones que recibimos a través de los sentidos de lo que creemos que es el mundo exterior (de momento Descartes no ha demostrado la existencia del mundo exterior, solo del cogito).
Descartes indica que como no podemos fiarnos de nuestros sentidos y tampoco tenemos garantías de no estar soñando, de momento debemos reconocer nuestra incapacidad para afirmar alguna cosa segura sobre las ideas adventicias. Solo sabemos que proceden del exterior y se captan con los sentidos.
Ideas facticias
Las ideas facticias son aquellas que la mente elabora por sí misma. Por ejemplo: un centauro, una sirena o un dragón serían ideas facticias. Nunca hemos visto ninguna de ellas, solo que las hemos fabricado en nuestro interior combinando en nuestra conciencia elementos diferentes procedentes de orígenes diversos (sirena= mujer + pez). Este tipo de ideas tampoco pueden proporcionarnos verdades indudables.
Ideas innatas
Por último las ideas innatas, las cuales no pueden ser percibidas por los sentidos ni tampoco han estado elaboradas por mí mismas. Descartes afirma que estos contenidos mentales se encuentran en su interior desde su nacimiento. Son ideas claras y diferentes que pueden ser captadas de manera intuitiva.
De igual manera sucede con la idea del cogito (del yo), considerada como la primera idea innata y la más evidente. Las ideas innatas están en nuestro interior desde siempre, desde nuestro nacimiento y, pueden ser entendidas de manera directa mediante la intuición.
Demostración de la existencia de Dios
Una vez hemos demostrado la primera verdad, es decir, la existencia del cogito, además de explicar el tipo de ideas que forman parte del contenido mental del ser humano, ahora toca hablar sobre la segunda verdad de Descartes: Dios.
La idea de Dios corresponde a la de un ser infinito, perfecto, todo poderoso, eterno… Descartes dice que la intuición me permite reconocer esta idea porque está presente en mi conciencia de manera clara y distinta desde siempre, desde que nací.
Ahora hay que averiguar de dónde procede esta idea que tengo en el interior, es decir, ¿Dios corresponde a un ser que existe realmente o se trata solo de una imagen ilusoria o ficticia?
Debemos averiguar a qué tipo de contenido mental corresponde la idea de Dios. Para empezar, podemos afirmar que no corresponde a una idea adventicia porque no lo podemos captar a través de nuestros sentidos. Tampoco se trata de una idea facticia porque ‘a mi me hubiera sido imposible crear por mi mismo la idea de un ser infinito y perfecto’
Siguiendo en esta línea, Descartes nos dice que él, que es un ser finito, imperfecto y limitado porque duda, nunca podría haber imaginado o pensado la idea de un ser infinito y perfecto. Nos dice (más o menos): ‘si yo tengo en mi interior la idea de un ser infinito, es necesario que el origen de esta idea proceda de una causa efectivamente infinita, que exista en la realidad’. Así, de esta manera, Descartes demuestra la existencia de Dios.
Si habéis seguido el discurso hasta aquí, nos encontramos que existen dos formas de demostrar la existencia de Dios: una es a través de la idea innata de Dios y, la otra a través de la imperfección de Descartes como ser humano finito.
Pero además, también nos encontramos con otra tercera vía sobre la demostración de la existencia de Dios que está basada en el argumento ontológico de San Anselmo de Canterbury (filósofo medieval) que ahora mismo no explicaremos (quizá más adelante en otro artículo dedicado a Descartes).
Entonces, para no perdernos con la explicación, resumimos: hemos llegado a una primera verdad, el cogito ergo sum, el yo, hemos llegado a una segunda verdad, la existencia de Dios, ahora toca averiguar la tercera verdad, la existencia del mundo.
¿Cómo se llega a la verdad de la existencia del mundo?
Pues muy fácil, a través de la existencia de Dios. Y, os preguntaréis: ¿De verdad? ¿Se llega a la vedad de la existencia del mundo a través de Dios? Sí.
Una vez Descartes acepta la propia existencia como sujeto pensante, la idea del yo pienso, por lo tanto, existo, le faltaba por demostrar la existencia del resto de las cosas, del resto de la realidad, del resto del mundo. Dios le dará la solución.
Descartes piensa que, como Dios es un ser infinito y perfecto, entonces queda claro que es un ser bueno, infinitamente bueno, por lo tanto, este Dios no permitirá que Descartes viva engañado.
A partir de esta conclusión, las cosas que se perciben con claridad y distinción, es decir, el mundo exterior, dejará de considerarse dudoso y falso porque Dios no permitirá más el engaño. Así, de esta manera ingeniosa, Descartes rechaza de forma definitiva la hipótesis del genio maligno. Entonces, como no existe este genio, podemos estar seguros que no nos encontraremos inmersos en un sueño, ni en ningún tipo de ilusión, sino que estaremos bien despiertos.
Y, de momento, la teoría que pretendíamos explicar sobre la filosofía de René Descartes ha llegado a su fin. En otro artículo hablaremos sobre las partes de las que se compone el método cartesiano, sobre los tipos de sustancia y, sobre alguna cosa más. De momento aquí tenéis un aperitivo sobre una de las teoría filosóficas más interesantes de la búsqueda de la verdad.
¡Ah!, por cierto, si queréis leeros algo más sobre este filósofo moderno, entrad al siguiente artículo que publicamos hace un tiempo: Meditaciones metafísicas: René Descartes, y disfrutad de su lectura.