Si tuviéramos que hacer una estadística sobre el porcentaje de tiempo que pasamos en nuestra casa durante nuestro quehacer diario, la verdad es que nos quedaríamos de piedra con el resultado de los datos.
Si no me creéis y, para ilustrar mejor lo que estoy comentando, vamos a poner un ejemplo donde mediremos cuál es el tiempo disponible que tiene una persona trabajadora.
Para llevar a cabo este ejemplo, empezaremos a suponer desde un inicio que el horario laboral de esa persona será de 8 horas. Entonces, si suponemos que ese horario es de jornada continua contemplaremos dos turnos: uno de mañana (6:00 a 14:00) y otro de tarde (14.00 a 22.00).
En el caso del turno de mañana, vamos a suponer que ese trabajador, cuando sale de trabajar a las 14.00 horas, se dirige directamente hacia su domicilio donde primero de todo tiene que comer. También vamos a suponer que el tiempo que tardará en llegar a su casa es de unos 40 minutos, y que cuando llegue tiene que hacer la comida del mediodía: entre prepararla y comérsela empleará como mínimo 40 minutos más. Se puede dar el caso que la comida haya estado preparada previamente, pero aun así, nosotros seguiremos el guión inicial. Entonces, si hacemos la suma (40 + 40= 80 (1’20h)) nos encontramos que ese trabajador estará disponible para disfrutar de su hogar a las 15:20 horas.
Para redondear las cifras sumaremos 10 minutos más para que sean las 15:30. Ahora vamos a suponer qué, para que esta persona pueda empezar a trabajar a las 06:00 de la mañana, y teniendo en cuenta que el trayecto que emplea para ir o volver del trabajo son unos 40 minutos, lo más probable es que esta persona tenga que despertarse una hora y pico antes.
Aunque esto puede ser bastante relativo ya que dependerá de los hábitos o costumbres que haya adquirido esa persona. Las hay que se levantan, se visten, no desayunan y salen directamente hacia el trabajo. En este caso puedes ahorrarte una media hora (más o menos). Pero si eres de los que necesitas una ducha para acabar de despertarte y, además necesitas tomar algo porque tu estómago te ruge, en este caso vas a necesitar esa hora y pico que te decía al inicio.
Entonces, haciendo cálculos vamos a suponer, que en general, necesitas levantarte sobre las 04:45 de la mañana. Para que puedas dormir medianamente bien, necesitarás acostarte sobre las 22:30, 23:00, 24:00 (lo dicho: es muy relativo).
Con los datos que hemos descrito, y suponiendo que estamos libres a partir de las 15:30 hasta las 22:30 (como mínimo), dispondremos de unas 6 horas para estar en casa. A partir de aquí, réstale el tiempo que necesitas para ir a comprar, ir al gimnasio, ir a clases de inglés (o cualquier otro curso que se tercie), o ir a la universidad, aunque en este último caso supongo que ni siquiera te ha dado tiempo de ir a casa sino que te llevas un “tupper” o un bocata y vas qué chutas!
De todas maneras, sea cuál sea vuestra situación, si empezáis a restarle el tiempo de las “obligaciones” cotidianas de tu día a día, comprobarás atónit@ el poco tiempo que tienes realmente para ti y/o con tu casa.
En el caso del turno de tarde la cosa se complica un poco más. Si nos atenemos a los cálculos hechos un poco más arriba, la persona que tenga que estar en su lugar de trabajo a las 14:00, necesitará, al menos, salir de casa sobre las 13:20, y se supone que antes habrá tenido que comer. Utilizando los mismos valores que el caso anterior y, empleando los mismos tiempos, se supone que sobre las 12:40 estaría empezando a comer.
En este caso, como la finalización de la jornada es a las 22.00 horas, pues entre que sales del trabajo y llegas a casa empleando los 40 minutos que tardas, llegas a tu casa cuando faltan 20 minutos para las 23:00 horas. Suponemos que en el descanso que has hecho en el trabajo has podido cenar o hacer una “meriendacena”, aun así, seguro que tienes algo de hambre, y claro, entre que te preparas algo y te lo comes, lo más probable es que sean las 12 de la noche. Con lo que NO te vas a ir inmediatamente a dormir, emplearás un poco de tu tiempo antes de irte a la cama.
En definitiva, entre pitos y flautas, es la 1:00 de la madrugada o cerca de las 2:00 cuanto te vas a dormir. Entonces, pueden pasar dos cosas: o eres de los que prefieres aprovechar el día y madrugar, o te es indiferente, y ya te despertarás cuando tengas ganas. En el primer caso, teniendo en cuenta que te vas a dormir tarde, vamos a suponer que te levantas a eso de las 8.00 horas, entonces, verás que entre las 8.00 y las 12.40 apenas han pasado ni 5 horas. Además, en ese tiempo se supone, también, tienes otro tipo de “obligaciones” que cumplir, entre ellas prepararte la comida de ese día.
Por el contrario, si eres de los que te despiertas cuando te lo pida el cuerpo, pero teniendo en cuenta que a las 12:40 tienes que empezar a comer/desayunar para irte a trabajar, en este caso, querido amig@, ya ni me atrevo a decirte cuánto tiempo libre dispones para pasar en casa.
Conclusión
Si os habéis fijado bien, en los dos casos de estudio que hemos analizado “a bote pronto”, realmente contamos con muy poco tiempo para estar con nosotros mismos y con o en nuestra casa, ya que de ahí partía la idea inicial que estábamos planteando al comienzo. Es decir, queríamos saber cuánto tiempo libre disponíamos para estar en nuestra casa.
Es sorprendente pero en el primer caso (turno de mañana) teníamos 6 horas, y en el segundo (turno de tarde), no llegaba, en el mejor de los casos, a las 5 horas (habiendo descontado las horas de sueño, ¡claro!)
Llegados a este punto, ¿qué conclusión podemos extraer de este análisis precipitado que se nos ha ocurrido hacer, así, como el que no quiere la cosa?
Pues muy fácil, creo que tengo la solución, ¿no?, vamos, al menos así lo veo yo, ¿no creéis? ¿No se os ocurre?, ¿no? pues sí hombre, lo mejor de todo (creo yo), sería DEJAR DE TRABAJAR, ¿no?, ¡sería ideal! Así, de esa manera podríamos hacer todo lo que quisiéramos, ¿no? ¿Qué pensáis? … ¡¡¡OJALAAAAÁ!!!
¡Ayyyy! Qué bonito es soñar!, y además es gratis!
Pero, pero, pero… tenemos que ser realistas. Sí. No queda otra. Sería muy bonito pensar en la posibilidad de dejar de trabajar (antes de jubilarnos, ehh!), para poder dedicarnos exclusivamente a todo aquello que siempre hemos querido hacer, pero por algún motivo «x» nunca hemos podido llevarlo a cabo. O, simplemente para hacer nada, por qué no, es que parece que siempre tengamos que estar, sí o sí, ocupando nuestro tiempo de la forma que sea.
Creo (y no en lo más fondo de mi) que el ser humano tiene pánico a la inactividad (bueno, quizá no todos los seres humanos…) 😉 pero considero que la mayoría de nosotros, en cierta manera, pensamos que tenemos la obligación de estar ocupados, de estar haciendo algo con nuestro tiempo, o ¿es con nuestra vida…? 🙂 En definitiva, sea como fuere, es un rollo tener qué trabajar…
Pues, y ¿qué pasa con todas aquellas personas que no tienen jornada seguida sino que es partida?
¡Arrrrgggg! No me lo quiero ni imaginar… mejor lo dejamos para otro día, ¿verdad?