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Plástico de calidad Ikea

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Hace escasos días estuvimos en Ikea, se trataba de dar una primera vuelta para mirar sillas para la redacción de tiroriro.com, y claro, fuimos al Ikea, una vez allí, si no vas sólo las tentaciones de mirar esto para el trabajo y esto otro para casa, parece no tener fin.

Así que os contaré mi experiencia en el Ikea como aquel que no tiene nada que informar, pero que quiere dejar la impronta de algo que le sucede al ingerir depende que tipo de sustancias, eh! OjO! que no hablo de drogas, al menos de drogas al uso si no de comer los frankfurts de Ikea.

El nuevo frankfurt vegetal de Ikea

Plástico de calidad Ikea

Tras el largo pasaje que supone darse una vuelta por el Ikea siempre acabo la mañana o la tarde igual, da igual que llegue a Ikea con el estómago lleno, que me tome un café a medio camino, tras las cajas se que está el premio al esfuerzo realizado.

Estamos en plena mitad del 2021, y en las cajas me asaltó la duda, no sólo podía optar por el delicioso frankfurt de Ikea de toda la vida, si no que por fin descubrí el nuevo frankfurt vegetal del Ikea, imagínate tú el tiempo que hacía que no me acercaba yo a estos infiernos.

A tal nuevo engendro lo han bautizado como Hot Dog y fue lanzado por allá agosto o septiembre del 2018. Se trata de una mezcla de verduras y lentejas.

Entre las verduras, lleva col rizada, quinoa, cebolla, zanahoria, patatas, jengibre cúrcuma y lentejas rojas.

No se salva de llevar gluten, tanto su pan como la salchicha.

Total, que lo de antes en el Ikea, era plástico de calidad y ahora creo que ya no tanto, eso sí a excepción de los frankfurts del Ikea.

Sabe a plástico, plástico de calidad

Y es que sillas, armarios, complementos y abalorios suecos de impronunciables nombres a parte, hoy os quiero hablar del plástico que más me gusta del Ikea, el de sus frankfurts.

La ingesta de esta sustancia es quizá la auténtica excusa mental que me doy antes de someterme al pasaje bíblico Ikeaístico, pues desde luego, deambular por sus pasillos en busca de la salida, es más o menos el mismo cúmulo de sensaciones que creo yo debió sufrir el minotauro para salir de aquel extraño laberinto.

Ir al Ikea me sigue suponiendo un esfuerzo descomunal, lo consigo tan sólo porque soy conocedor de que semejante tortura tiene un premio al final de tan magno trayecto trayecto, y este trofeo es en forma de frankfurt.

Podría darle apelativos a lo gourmet a este frankfurt, pero no, no está bueno o al menos yo no lo encuentro especialmente bueno, de hecho… ¿a qué sabe el frankfurt de Ikea?

No lo se, tampoco me importa, el sabor del frankfurt del Ikea trasciende de las simples y terrenales papilas gustativas para conectar con alguna parte de nuestro cerebro, su formulación apela a un recóndito paraje que nos proporciona una extraña dosis de ansiedad y placer.

Mientras como un frankfurt del Ikea no existo.

Ya se que para muchos este insignificante frankfurt no será comparable al de otras sustancias más evocadoras por su composición, su forma o la forma de consumirlos. Y es que el frankfurt se consume a mandíbula desencajada, y con el alto riesgo de ensuciarse las manos cuando la cebolla cae, cuando la gota roja llega a ella, y lo hace en ese momento que ni servilletas ni kleenex están a tu alcance.

No tiene glamour, no tiene sabor, pero el plástico de calidad engancha y a fin de cuentas, ya que no podemos evadir impuestos tratemos de evadirnos nosotros, y para ello creo que no existe droga más barata, placer más amplio por tan sólo 0,50 euros, pepinillo y cebolla incluida… ahh y kaxup!

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