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Crítica A dos metros bajo tierra

A dos metros bajo tierra es una serie de fuerte impronta, dura ya de entrada por su temática, la muerte, el fin de una vida con sus consiguientes despedidas así como las correspondientes tomas de decisiones de los que quedan sobre los que se han ido, un centrifugado de la vida que nos lleva a conjugar un universo que existe, pero que no gustará a todos.

Hasta que la muerte os separe

Portada de A dos metros bajo tierra

Sin ir más lejos, yo tenías muchos reparos antes de comenzar a ver esta serie, y es que hay tantas otras series con otras temáticas lejanas a la muerte y digamos que menos grises, que confieso que yo era uno de estos a los que tan solo el título de A dos metros bajo tierra ya me propiciaba de por sí una particular dosis de rechazo aderezado de una inherente claustrofobia.

Sin embargo y transcurridos muchos años, tanto las numerosas críticas a favor de esta serie y las constantes sugerencias por parte de amigos, me hizo coger aire, y dejando aparcados los prejuicios, ver la serie, por fin.

Sólo habían transcurridos unos 20 años desde el primer capítulo de su primera temporada y unos cuantos meses de la última recomendación, así que me lancé a verla y es que aquí podríamos hacer valer aquel dicho que más vale tarde que nunca.

No me arrepiento de haberle dedicado días, semanas, de mi tiempo a una temática que desde lo lejos me parecía tenebrosa.

Sorprende enormemente todo lo que toca, unos conceptos complejos, inherentes a la vida, a las personas y a lo que nos rodea.

Además, y aunque en su cantidad y diversidad ya te das cuenta que no es poco, cabe destacar que lo hace de forma adelantada a su tiempo, piensa que la misma se gestó en los albores de este siglo, mientras que en otras series ni siquiera hoy se atreven a afrontar algunas de las cosas que si que lo hacían en esta serie.

Dosificar en su ingesta

Cierto es que esta serie he debido dosificarla, a veces puede resultar densa, profunda y lento, pero si la dosificas es magistral.

Esto de dosificarla es algo tan sencillo de hacer, me refiero a alternarla con otras series, pues verse todas las temporadas ahora, de seguido, creo que podría dejarme en un estado en exceso trascendental y pensativo, que por los tiempos que corren quizá no sea el más indicado prolongar en exceso.

Los constantes diálogos con el padre muerto, incluso con los propios muertos que están embalsamado, son de una vitalidad inerte de la que puedes aprender y mucho para despojarte de reparos y prejuicios sobre la finalidad de la vida, que no es otra en su máximo apogeo que la propia muerte.

¿De qué va a 2 metros bajo tierra?

Creo que me he adelantado al hablar de muertos y embalsamados, lo siento, porque tratando de refrenar el intento de barata reflexión sobre esta serie que parece hoy acudir a mi cabeza, más allá de eso, y centrándonos en el artículo, esta serie va de eso, de una empresa mortuoria, de una funeraria regentada por los miembros de una misma familia.

Tras la muerte del propietario de una funeraria se reúnen los tres hijos en casa de la madre, la nueva viuda del barrio, tenemos al hijo pródigo enfundado en el hermano mayor quien siempre había reunido del negocio familiar pero que finalmente decide echar una mano en el asunto, además descubre un nuevo amor en la vuelta a su ciudad natal que lo atrapa y lo cautiva.

El esquema de cada capítulo, por lo general totalmente independiente al anterior es el mismo, comienza antes de los créditos contándonos una muy breve historia con imágenes en movimiento donde alguien pierde de la vida de la forma más variada posible, desde causas naturales como un accidente de moto a una muerte tras un proceso de masturbación donde se buscaba amplificar los efectos masturbatorios.

En esta, la familia Fisher, tenemos a una combinación compuesta por cinco integrantes, los padres y tres hijos, siendo el primogénito y el que le sigue en edad dos varones de edades parecidas y una niña pequeña donde el escalón generacional pesa más. Una diferencia que hará de caldo de cultivo para la presentación de situaciones que a veces se ven como sumamente cotidianas pero que tienen o debería tener una trascendencia mayor.

La relación de la madre con sus hijos es o intenta ser cambiante en un proceso de apertura de la madre que va del extremo clasicismo a la aparente modernidad y el posible «poliamor» con dos personas de avanzada edad, algo inaudito para alguien tan recatada y frenada como es la madre, todo un ejemplo de la posibilidad ante el cambio.

También se trata de forma directa la homosexualidad, se afronta al inicio de los 2.000, donde se mezclan personajes iconizados, como puede ser un policía y un enterrador, con la suma de una interacción interracial para conformar algo tan normal hoy en día como sorprendente que en aquellos años fuese visto en la TV americana.

También se explora la relación de los todavía adolescentes, con la pequeña de la casa, su hacer en los institutos entre estudiantes así como con los terapeutas, donde la hermana, la de menor edad del grupo familiar, acude al psicólogo del centro en post a acabar de entender que le sucede y le perturba.

Otros temas serán el de la superdotada novia de Nathiel, Brenda así como la complejidad de la madre de esta y futurible suegra de Nathiel quien una psiquiatra al uso, que demuestra una personalidad tan descompuesta como el que ella ve o quiere buscar en sus pacientes.

El reparto de a dos metros bajo tierra

Se podría definir a Nathiel o David como los protoganistas, al menos son los que se llevan más cuota de pantalla, o quizá Nathiel algo más, no se, pero la impecable interpretación del David de la serie por Michael C. Hall, nuestro Dexter, es destacable.

David, al principio intenta ocultar su homosexualidad a su estricta madre, cargada de prejuicios y complejos hasta la extenuación pero interpretada también de olé por la actriz Frances Conroy. Todo un excelso, preciso y gran cuadro de una madre crecida en el siglo XX.

El hermano mayor, Nathiel, quien quizá sea el prota real, es interpretado por Peter Krause, quien sin llegar al nivel interpretativo de Michael C. Hall, es más que destacable aunque con sus constantes momentos de cierto y repetitivo empanamiento mental, momentos que dejan entrever una posible enfermedad cerebral.

Sin olvidar a la pequeña Claire, con Lauren Ambrose interpretando a alguien que quiere descubrir, desafiar y encontrarse a si misma y a su persona, en línea con su edad y su jaula familiar.

El padre también lo hace francamente bien aunque con mucha menos cuota de pantalla, pero siempre con sus sabios consejos y su entrenada labia que reparte conocimiento entre sus hijos.

El resto del reparto excelente, plagado de novios y novias, la mejor, Brenda, la novia de Nathiel, muy bien en su papel, tan creíble como a ratos enojante por lo que oculta al bueno de Nathiel, el policía novio de David prepotente e intolerante a pesar de su condición de minoría, tanto por raza como por sexo, el ruso novio de la madre también nos ha encantado con su natural explosividad y enojo.

Conclusiones sobre A dos metros bajo tierra

Una serie algo añeja en cuanto a su apartado visual pero con unos personajes tan trabajados y profundos que puedes ponerte a buscar sin parar de encontrar matiz tras matiz, historia tras historia, y una carga ética y moral nada habitual en las series yanques, desde luego un ejemplo de cómo hay que afrontar los proyectos audiovisuales más complejos, sin reparos ni prejuicio alguno.